LA INICIACIÓN EFECTIVA

La masonería, se dice que es esencialmente iniciática. Es decir, lo iniciático es de la naturaleza intima de la masonería, lo que hace a esta ser lo que es. La verdadera iniciación, la sagrada, se da en el campo de lo esotérico, es decir de lo interno, lo secreto, lo reservado a los iniciados. En contraposición con lo exotérico, que define lo público, lo externo. Explicaremos esto.
Al calificar a nuestra orden como esencialmente iniciática estamos diciendo que el simbolismo, y en particular el constructivo, tiene en ella un rol de la misma naturaleza. René Guenón en su obra “Apercepciones sobre la iniciación” expresa que la iniciación sagrada implica tres condiciones que se presentan en modo sucesivo:
1º - La “cualificación” (o sea atribuir a una cosa cualidades) constituida por ciertas posibilidades inherentes a la propia naturaleza del individuo y que son la materia prima en la cual debe efectuarse el trabajo iniciático.
2º - la transmisión por medio de la vinculación a una organización tradicional regular, de una influencia espiritual dando al ser la “iluminación” que le permitirá ordenar y desarrollar esas posibilidades que lleva en sí.
3º - El trabajo interior por el cual, con el apoyo de “ayudantes” exteriores, sobre todo en los primeros estados, ese desarrollo será realizado gradualmente, haciendo pasar al ser, de escalón en escalón, a través de los diversos grados de la jerarquía iniciática, para conducirlo a la meta final de la “liberación” o de la “identidad suprema”.
La Iniciación virtual
Virtual viene del latín “virtualis” y significa que tiene virtud de producir un efecto, aunque no lo produce de presente. Se usa frecuentemente en oposición a real y efectivo. Aparente.
La iniciación virtual se daría, en este orden de ideas, con solo el cumplimiento de las dos primeras condiciones. Hablemos de ellas:
Las llamadas “cualificaciones” iniciáticas son la condición primera y previa de la iniciación, según sea la organización tradicional de que se trate. En nuestro caso de la masonería regular.
Esas “cualificaciones” son exclusivas del dominio de la individualidad. En efecto, si solo tendría que considerarse la personalidad o él “si mismo”, no habría ninguna diferencia a hacer entre los seres y desde este punto de vista todos estarían igualmente cualificados. Pero el hecho es distinto porque la individualidad debe ser necesariamente tomada como medio y soporte de la realización iniciática. Por consecuencia es necesario que ella posea las calidades requeridas para jugar ese rol.
La masonería tradicional, que es la única en nuestro país, la que sigue la Gran Logia del Perú, exige que se trate de hombres que reconozcan la existencia de un principio creador, superior, ideal y único que denominamos Gran Arquitecto del Universo.
Asimismo, que se trate de hombres “libres y de buenas costumbres”. Es decir que tienen facultad para obrar o no obrar y que estén inspirados en principios universalmente aceptados como éticos y morales. Además, de otras cualidades corpóreas vinculadas con la capacidad física para el cumplimiento del ritual.
El individuo no solo debe tener la intención de ser iniciado sino que además deben ser aceptados por una organización tradicional regular que tenga cualidad para conferirle la iniciación, es decir para transmitirle la influencia espiritual sin la ayuda de la cual le sería imposible, a pesar de todos sus esfuerzos, franquear las limitaciones y las trabas del mundo profano.
No se puede transmitir lo que en sí mismo no se posee; por consecuencia se hace necesario que una organización sea efectivamente depositaria de una influencia espiritual para poder comunicarles a los individuos que efectivamente se relacionen con ella. La regularidad de la organización tradicional le permite mantener la continuidad de la “cadena” iniciática. El origen de esa “cadena” es “no humano” porque sin eso no podría de ninguna manera alcanzar la iniciación, su meta final que sobrepasa el dominio de las posibilidades individuales.
Iniciación efectiva
Supone necesariamente el trabajo interior.
El vocablo iniciación viene del latín “initium” que significa “entrada” o “comienzo”, lo que puede llamar a confusión entre el hecho mismo de la iniciación, en sentido estrictamente etimológico, con el anterior trabajo a cumplir para que esta iniciación de virtual, que es al principio, devenga en efectiva.
La iniciación efectiva es en suma, en todos sus grados, el desarrollo en acto de las posibilidades a las cuales da acceso la iniciación virtual.
La iniciación virtual es entrar en el camino; seguir en el camino es la iniciación efectiva.
La iniciación es esencialmente una transmisión que puede entenderse en dos sentidos diferentes: por un lado transmisión de una influencia espiritual y, por el otro, transmisión de una enseñanza tradicional. Las aptitudes, la virtualidad, incluidas en la naturaleza individual no son más que materia prima, una pura potencialidad, donde no hay nada de desarrollado o de diferenciado. Se trata del estado caótico, lo que el simbolismo iniciático hace corresponder con el mundo profano y en el cual se encuentra el ser que aún no ha alcanzado el “segundo nacimiento”.
Para que ese caos pueda tomar forma y organizarse es necesario que una vibración inicial le sea comunicada por las potencias espirituales.
Esta vibración es la luz espiritual que ilumina el caos y que es el punto de partida de todos los desarrollos ulteriores, y, desde el punto de vista iniciático, esta iluminación está constituida precisamente por la transmisión espiritual
De ahí vienen las expresiones “dar la luz” y “recibir la luz”, empleadas para designar, en relación al iniciador y al iniciado respectivamente, la iniciación en sentido estricto.
Esta vibración y esta luz no son de orden sensible como la estudian los físicos, pero no por eso son menos reales. Son formas simbólicas de hablar que están fundadas en una analogía o en una correspondencia que existen realmente en la naturaleza misma de las cosas. Analogía que muchas veces es erróneamente tomada como una identidad.
Los ritos iniciáticos constituyen el elemento esencial para la transmisión de la influencia espiritual y la unión a la “cadena” iniciática. Remontándonos a los orígenes, el rito no es otra cosa que lo que está conforme al orden, siguiendo la acepción del término sánscrito “rita”.
Sin ritos no puede haber, de ninguna manera, iniciación puesto que faltaría el vehículo indispensable de las influencias espirituales, sin las cuales no podría hacerse el menor contacto efectivo con las realidades de orden superior.
Ahora bien, esa comunicación con los estados superiores no puede verse como un fin, sino como un punto de partida. Esta comunicación permitida por la influencia espiritual debe ser seguida de una toma de posición efectiva de estos estados.
También cuando hablamos de comunicación con estados superiores, con mundos espirituales, debemos evitar el error de confundir lo psíquico con lo espiritual. En efecto, los estados psíquicos no tienen nada de “superior” o de “trascendente”, ya que únicamente forman parte del estado humano individual. En cambio cuando hablamos de estados superiores del ser entendemos estados supra individuales.
Habíamos dicho que la iniciación efectiva implicaba, además de la transmisión espiritual que es esencial y a la cual nos hemos referido, la transmisión de una enseñanza tradicional.
La enseñanza iniciática no puede ser otra cosa que una ayuda exterior aportada al trabajo interior de realización, a fin de apoyarlo y guiarlo tanto como sea posible.
Antes de abordar el simbolismo que constituye el modo de expresión por excelencia de toda la enseñanza iniciática, digamos dos palabras sobre la importancia de la mentalidad necesaria para adquirir el conocimiento iniciático, mentalidad totalmente distinta de la mentalidad profana.
A la formación de esa mentalidad contribuye grandemente la observancia de los ritos y las formas exteriores en uso en las organizaciones tradicionales, sin perjuicio de otros efectos de orden más profundo. En este orden de cosas, es necesario distinguir la razón, facultad de orden puramente individual, y el intelecto puro, quien por el contrario es supra individual.
Debemos recordar que el conocimiento metafísico, en el verdadero sentido de la palabra, siendo de orden universal, sería imposible si no hubiera en el ser, una facultad del mismo orden, en consecuencia trascendente con relación al individuo.
Esta facultad es propiamente la intuición intelectual que nos permitirá el conocimiento directo del orden trascendente.
Los símbolos, por su carácter esencialmente sintético, son particularmente aptos para servir de punto de apoyo a la intuición intelectual, mientras que el lenguaje, que es esencialmente analítico, no es más que un instrumento del pensamiento racional y discursivo.
Así, tenemos que por intuición entendemos la percepción clara o conocimiento instantáneo de una verdad, hecho, o idea sin la participación del razonamiento. Es una especie de visión subjetiva directa e intelectual.
El simbolismo, como antes lo señalamos, constituye el modo de expresión por excelencia de toda enseñanza iniciática. Hablamos del simbolismo de la ciencia sagrada que es propiamente intuitivo, no del convencional de los hombres.
El verdadero fundamento del simbolismo es la correspondencia que existe entre todos los órdenes de la realidad que los liga uno al otro.

Ivo Pino Ramos

fuente: 
Extraido del Libro "Simbolismo Constructivo de la Francmasonería" - Corvalán. págs.38-42.

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