El médico en cuestión era el doctor Duncan MacDougall, quien
había nacido Glasgow, Escocia, en 1866 y mudado a Massachusetts, Estados Unidos,
a los 20 años, y se había graduado de la Escuela de Medicina de la Universidad
de Boston.
Ya como profesional, donaba parte de su tiempo a un hospital
caritativo para enfermos incurables que había en la ciudad de Haverhill. La
sede original del Hogar para tuberculosos Cullis había sido propiedad de un
mercader que comerciaba con China y cuando se mudó, todo fue llevado al nuevo
edificio, incluso artefactos irrelevantes. Uno de ellos fue una báscula de
plataforma estándar Fairbanks, un aparato inventado en 1830 que se había vuelto
mundialmente famoso pues permitía pesar objetos grandes con precisión. Encontrársela
en ese lugar en el que la muerte era una constante hizo que a MacDougall se le
ocurriera una idea: pesar el alma.
Según ese artículo publicado en The New York Times 6 años
más tarde, su objetivo era investigar "si la salida del alma del cuerpo
era acompañada de alguna manifestación que pudiera registrarse con algún medio
físico". Aunque su finalidad no era tan trascendental como la de los dioses
egipcios, implícitamente el alcance de su estudio, sí.
Notarás que partía de la premisa de que el alma dejaba el
cuerpo en el momento de la muerte, así que no estaba poniendo en duda su
existencia, pero los resultados de su pesquisa tenían el potencial de
comprobarla científicamente, así esa no fuera su intención. MacDougall
construyó una cama especial colocando un marco ligero sobre escalas
delicadamente equilibradas sensibles a dos décimas de onza. En ella se acostaba
a pacientes en las etapas finales de enfermedades terminales quienes eran
meticulosamente observados durante y después del proceso de morir.
Cualquier cambio correspondiente al peso era medido,
teniendo en cuenta en los cálculos incluso las pérdidas de fluidos corporales,
como el sudor y la orina, y de gases, como el oxígeno y el nitrógeno. Con
"otros cuatro médicos" bajo su dirección, "cada uno haciendo sus
propias cifras" se estableció, según MacDougall, que "un peso de
entre ½ onza a 1¼ sale del cuerpo en el momento de la expiración"."En
el instante en que la vida cesaba, la bandeja de la escala opuesta caía con una
rapidez asombrosa, como si algo se hubiera levantado repentinamente del
cuerpo", aseguró el doctor.
MacDougall hizo además el mismo experimento con 15 perros y
observó que "los resultados fueron uniformemente negativos, sin pérdida de
peso al morir", corroborando la hipótesis de que la pérdida de peso
registrada en los humanos se debía a la salida del alma del cuerpo, ya que
(según su doctrina religiosa) los animales no tienen alma. El grave problema
con ese estudio que se extendió por seis años es que se basó exactamente en ese
mismo número de casos: 6.
Súmale a eso el hecho de que MacDougall y su equipo tenían dificultades en determinar el momento exacto de la muerte, un factor definitivo en la investigación. Para ser justos, aunque varios periódicos (principalmente de la región más religiosa de EE.UU.) trataron los resultados del experimento como una prueba irrefutable de la existencia del alma, el propio MacDougall no estaba convencido de que su trabajo hubiera probado nada. Para él, su informe era una evaluación preliminar, y dijo que eran necesarios más estudios. Pero ni eso ni el hecho de que la comunidad científica negara la validez del experimento impidieron que se colara en la conciencia cultural. La idea de que el alma pesa ¾ de onza, o más bien 21 gramos, que fue la disminución de peso registrada en el primer sujeto del experimento de MacDougall, sigue viva. En el año 2003 fue llevado al cine con el título 21 gramos.
Ivo Pino Ramos
Fuente: BBC News 22/08/2020
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