
He aquí una pregunta recurrente que suscita -hay
que reconocerlo- variados comentarios y jocosas hipótesis, tanto fuera como
dentro de las logias.
Dichoso aquél para quien la respuesta a
tal pregunta sea evidente y pueda encontrarse sólo por la pretendida “lógica”
que se atribuye al trabajo masónico. Decididamente, no estoy de acuerdo con
este punto de vista. Incluso si el tema parece poca cosa -¡en efecto, lo es!-,
es también ejemplar si lo consideramos unos instantes. La manera de tratarlo
puede ser indiferentemente rigurosa o fantasiosa, como sucede con cualquier
otro tema relativo a la masonería, en la que a menudo reina la bisoñería.
Abordémoslo aquí como un tema “serio” y apliquemos un método probado: la aportación de pruebas históricas y documentales.
En primer lugar, ¿de qué mandil estamos hablando? Si nos referimos al
del período operativo -¿cómo no comenzar por ahí?-, el mandil de los canteros
sólo se parecía muy de lejos al de los modernos
francmasones. Hecho de piel -¡no como los que, en nuestros días, se fabrican en
“símil-piel”, ni, de hecho, como los delicados mandiles de los siglos XVIII o
XIX, hechos de satén!-, era a la vez resistente y protector; por lo tanto, muy
largo.

De él conservamos numerosos testimonios iconográficos. Tales mandiles, de hecho, continúan en uso hoy día en los oficios de la piedra, así como en
algunos otros, como los de la madera o la forja. Pero las mismas fuentes documentales nos muestran también obreros que, no portan ningún mandil, pareciendo la
resistencia y grosor de la tela de sus ropajes tan buena como la protección
conferida por el mandil. Ciertamente, se podría invocar la libertad del
artista, que habría “olvidado” ese detalle indumentario, pero ¿cómo recusar
igualmente la eventual exactitud de estas representa-ciones, vista su
frecuencia? Sea como fuere, Tour opina que los más antiguos
masones “no operativos” ingleses lucieron estos mandiles. El más bello ejemplo
-y uno de los más antiguos- se representó hacia 1736 en la famosa obra de
Hogarth La noche, que describe el pintoresco espectáculo de un
Venerable medianamente bebido, acompañado a su casa por un Retejador
comprensivo.
En textos masónicos de principios del siglo XVIII
encontramos otros grabados que ilustran la mitología operativa de la Orden
masónica, y el gran mandil de cantero figura en lugar destacado. Se conservan
mandiles de esta clase, algunos de cuyos ejemplares pueden ser admirados en el
museo de la Gran Logia Unida de Inglaterra, en Londres.
Está claro que estos mandiles se ponen sobre la
ropa, a la que protegen -así como a quien va de ella vestido- dada su gran
capacidad de envolvimiento.
Pero a medida que nos alejamos de esta referencia
operativa, los mandiles se van modificando de dos maneras: en primer lugar, se
redujo su talla de ropas de trabajo, pasaron a ser “decoración” de un masón.
En segundo lugar, se fueron poco a poco ornamentando, ¡hasta llegar a
sofisticaciones increíbles, y a las proezas de pasamanería del siglo XVIII
francés!
Sin embargo hay que señalar que si el uso de los
mandiles largos se abandonó en las logias azules, no desapareció totalmente de
la práctica masónica. En el grado de Maestro Masón de la Marca, de origen
británico, durante la ceremonia “de ascenso”, al candidato se le hace
revestirse un tiempo con lo que los rituales ingleses llaman un “working
apron”, es decir, simplemente un largo mandil de trabajo operativo, como el
representado arriba. Evidentemente, dicho mandil, que envuelve casi todo el cuerpo,
se lleva habitualmente tras haberse quitado la chaqueta…
Hablando del mandil “especulativo”, al consultar la
iconografía se ve que si Inglaterra privilegió portar el mandil sobre la
chaqueta, en cambio en Francia, o incluso en Estados Unidos en la misma época,
variaron los usos. Finalmente en Escocia y en Irlanda, hasta nuestros días, ¡la
“decoración” del masón se lleva siempre bajo la chaqueta o saco!
Cuando la masonería pasa a Francia en el primer
cuarto del siglo XVIII, no se dispone de documentos pero desde 1745 los
célebres grabados atribuidos a Lebas nos procuran una documentación muy
interesante sobre el tema. Una de estas planchas muestra que el mandil está
colocado aparentemente sobre el traje, al menos en lo que se puede interpretar
en las imágenes, y bajo reserva de la fidelidad del autor a los usos reales de
las logias de su época.
Incluso en Inglaterra en pleno siglo XVIII, en
1735, se observan usos más diversificados: el Gran Maestro, puesto de frente,
lleva su mandil bajo el traje, pero el personaje que se ve de espaldas nos
muestra el cinturón de su mandil, consiguientemente llevado sobre el traje…
En Estados Unidos a finales del siglo XVIII, el
famoso fresco que pone en escena a Washington colocando la primera piedra del
Capitolio es inequívoco.
Esta forma de llevar el mandil bajo el traje se
volverá a hallar en Francia bajo el Primer Imperio.
Los francmasones ingleses de nuestros días están
muy dignos en las fotos de logias en las que, sea cual sea el grado, el mandil
va siempre perfectamente ajustado sobre la chaqueta. Es este el uso igualmente habitual en Estados
Unidos, donde sin embargo no es difícil observar que la moda indumentaria de
los Hermanos es ampliamente más casual - llamémosla “distendida”-
que en Gran Bretaña, ¡es lo menos que podemos decir!
Si consideramos que son los Grandes Maestros
quienes dan ejemplo -¡cómo dudarlo!-, entonces las tres Grandes Logias
“Hermanas” -Inglaterra, Escocia e Irlanda- fijan sus usos oficiales.
¿Qué pensar de todo esto? Simplemente una cosa: en
este terreno, de nuevo la costumbre prevalece sobre el razonamiento. Se puede efectivamente, “justificar” todo y su contrario.
Podemos afirmar, como algunos, que la chaqueta está
sobre el mandil porque se trabaja “en mangas de camisa” y a continuación se
pone uno la chaqueta. ¿Por qué no? Sin embargo hemos visto más arriba que esta
distinción entre chaqueta y pantalón no tenía sentido alguno en una obra de la
Edad Media, época en que la composición de la ropa era muy diferente. Se oye
también decir a veces, tanto en Escocia como en Irlanda, que los operativos no
se ponían chaqueta puesto que estaban trabajando, y que únicamente los
especulativos (los Gentlemen Masons) la “añadieron” a la vestimenta
del masón: una tesis largamente conjetural, rigurosamente no documentada y que
muestra bastante el recurso a la tradición oral…
Se puede igualmente defender que desde que la
masonería se convirtió en especulativa y el mandil en puramente “simbólico”. Es necesario poder observar los detalles
de este mandil y dejar a cada uno la posibilidad de descifrar todos sus
símbolos, de los que se irá cargando, poco a poco, a medida que van siendo
inventados nuevos grados.
De paso, no olvidemos tampoco que hacia fines del
siglo XIX, justamente en la anteguerra, era habitual en Francia que un Maestro
masón, fuera cual fuera su Obediencia, no llevara mandil: así pues, en esta
época no se hacían esta pregunta…
Los ingleses de nuestros días respetan casi
infaliblemente la regla del “mandil sobre la chaqueta”… ¡salvo excepciones! Y
estas excepciones -que, ya se ha visto, son algo habitual entre irlandeses y
escoceses- permiten subrayar otro punto: al final son las reglas de la
elegancia las que dictan la solución.
Se trata de escoger:
O se lleva un traje formal, traje “a la francesa”,
o ropaje de ceremonia (tipo “vestidura talar”), y poner un mandil sobre tal
vestimenta produciría inevitablemente un feo efecto y de un completo mal gusto.
En este caso el mandil encuentra su lugar natural bajo la chaqueta del traje.
El uso frecuente de este tipo de traje en los siglos XVIII y XIX explica
simplemente que a menudo se haya llevado el mandil “bajo la chaqueta”.
O bien se lleva ropa de calle clásica, lo que es lo
más habitual en nuestros días, y llevar el mandil “por debajo” entraña una
consecuencia que salta a la vista, si puedo decirlo: los faldones rectos (y más
aún si se es un aficionado de la chaqueta cruzada) ocultan casi totalmente el
mandil, salvo si se deja la chaqueta sin abotonar, ¡y aún así! Por lo demás,
incluso en Escocia, donde la regla habitual es “mandil bajo chaqueta”, está
especificado en los documentos escritos remitidos a los Hermanos que, si se
lleva esa vestimenta, el mandil debe ajustarse preferentemente por encima, para
que al menos su baveta sea visible. Si no, visualmente estimo que el efecto que
se produce no es muy feliz, pero sigue siendo una cuestión de gusto. Una foto
reciente, llegada de Irlanda, lo ilustra perfectamente.
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Es notoria la diferencia en usar frac, esmoquin y un saco, donde el mandil no se luce. |
Sin embargo, está claro que si llevamos, como los
escoceses, el traje tradicional con el spencer, el kilt y
la chaquetilla corta (perfectamente abotonada), con sus faldones cortados y
acampanados permite que se vean sobradamente todos los detalles del mandil, mas no así cuando se usa un saco común moderno.

Este detalle de una estatua recientemente realizada
en memoria de Robert Burns, el poeta nacional escocés, laureado de la
logia Canongate Kilwinning, lo muestra igualmente muy bien. Incluso
con un traje de faldones largos traseros, por delante son cortos y el mandil
aparecía así sin dificultad, aunque teóricamente fuera portado, según costumbre
escocesa, “bajo la chaqueta”.
¡Por otra parte, acabamos preguntándonos si el
persistente apego de Irlanda y Escocia -que aparentemente armonizaron sus
prácticas masónicas en la segunda mitad del siglo XVIII- a esta costumbre no
residirá esencialmente en su voluntad de desmarcarse a toda costa de los usos
ingleses! Pero esa es otra historia…
Finalmente, la moraleja de este pase de modelos de
elegancia masónica se acaba con pocas palabras. No hay ninguna necesidad de
trabajosas referencias a pretendidos usos operativos. Todo delirio simbólico
sobre el sentido de una u otra manera de vestir el mandil no tiene, igualmente,
ningún valor.
En la Gran Logia del Perú, donde se ha comenzado a practicar el Rito Escocés Moderno, lucen sus mandiles dentro del saco, siguiendo la costumbre escocesa, algo inusual hasta la llegada de este Rito.
En la Gran Logia del Perú, donde se ha comenzado a practicar el Rito Escocés Moderno, lucen sus mandiles dentro del saco, siguiendo la costumbre escocesa, algo inusual hasta la llegada de este Rito.
Podemos concluir como una regla general que, será la Gran Logia, la que determine, siguiendo los usos y costumbres de cada región o rito, el uso del mandil fuera o dentro del saco.
Ivo Pino Ramos
08/08/2016
Ivo Pino Ramos
08/08/2016
Fuente.-Roger Dachez, Presidente del Institut Maçonnique de France,
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