ELECCIONES DEL GRAN MAESTRO Y VENERABLE MAESTRO


El gobierno supremo de  la masonería regular,  en cada una de  las  jurisdicciones del  orbe, se halla presidido por  un oficial llamado Gran Maestro, escogido según la tradición inglesa por  sucesión de entre los dignatarios que  ocupan la línea masónica de mando que  administra la  Gran Logia, en  caso de falta   absoluta, y; según la variación francesa, mediante elección popular de  entre los maestros que hayan ocupado el  cargo de Venerable en las logias de la  jurisdicción. En  la  Gran Logia  Unida de   Inglaterra no  hay  elección sino   proclamación cuando el  sucesor es miembro consanguíneo de la realeza, quien además del  poder de  nombrar al grueso número del  gran cuadro Logial,  tiene la potestad de  designar un  Delegatario Personal denominado Pro Grand Master,  (En Europa),con  funciones distintas de  las  propias del  Diputado Gran Maestro o Vice Gran Maestro, como sea el caso.
Por norma, las  grandes dignidades y oficiales de la Orden son ofrecidas a maestros masones de  gran trayectoria y probada condición intelectual, moral y fraternal en  las  logias donde trabajan, en  donde ganan el  reconocimiento entre sus pares siendo investidos como Venerables maestros,  título  que recoge el  sentimiento  colectivo de   considerarles Primeros entre sus Iguales. En la tradición inglesa se sigue una especie de  gran carrera masónica en la que  la línea  de  mando se inicia  en  el servicio de  maestro de banquetes y de  allí cargo por  cargo se asciende en  conocimiento y mérito hasta Gran Diputado, sitial  en  el  que   se adquiere la  habilitación  formal para ser elegido Gran Maestro, luego de años de  ininterrumpido y probado servicio a la Gran Logia.   Igual  ocurre en   las   logias, respecto de  las  dignidades y oficiales que  les  son propias, entre pocas razones por  la obligatoriedad de  recitar de  memoria los papeles y roles que  cada quien debe asumir dentro de  las  ceremonias.
Bajo  la  orientación francesa o  continental la  elección  no  sigue generalmente una línea  de  sucesión estricta y permite la elección de  maestros que  hayan sido  venerables de  un Taller  o dignatarios u oficiales de  la Gran Logia,  con  lo que  la puja  electoral se centra principalmente en  la  elección de  Gran Maestro, y luego en  la  de  Gran Diputado y Gran Tesorero.  Al Gran Secretario y al Gran Ecónomo los nombra el Gran Maestro.
En el Perú, por ejemplo la elección de  Gran Maestro  se  hace  mediante el voto   secreto de todos   los   maestros activos de  las  Logias y de los past  grandes  maestros, Esta elección se realiza cada dos años, sin opción a reelección.
El Gran Maestro es el representante de la Fraternidad y como tal encarna  y vivifica la autoridad y el poder en  la masonería; ejerce por ende  el  gobierno supremo  de la Orden en  cada Gran Oriente, a la  vez  que   es el  mandatario natural digno   de  reconocimiento  y  respeto en   la  comunidad masónica nacional, regional e internacional. Su autoridad no es fácil de  encajar en   los términos comunes de las ciencias humanas. La masonería fue concebida y funciona como una Obediencia de  estirpe  medieval que   preserva  algunas características de  las  formas organizativas militares y religiosas de la  época, merced a las   cuales ha  podido superar  los  embates de  aniquilamiento por   sus enemigos externos o de  sustitución de  propósitos desde  su propio seno. Como Obediencia no  recluta militantes o  adeptos ni  tiene escuelas de  formación  previa  ni difunde sus  valores u  objetivos con  fines  publicitarios. A sus puertas  concurren ciudadanos que  se reclaman hombres libres, de  mente abierta, no  sectarios ni dogmáticos, mayores de edad, inteligentes para  razonar, dispuestos a servir,  dar y obedecer; con  posición económica definida  y estable  para  servir a la causa de  la  libertad, la  igualdad y el  progreso de   la  humanidad, denotando además una distinguida  formación intelectual que   les permita comprender  los  valores e ideales de  la masonería y alcanzar  en  sus vidas  el  propósito de sus virtudes. Se  los  recibe como hombres de  honor y se les  conmina bajo  palabra de  caballeros a abominar el vicio y toda forma oprobiosa contra  sus  semejantes, a no sucumbir a las  tentaciones  de   corrupción,  inmoralidad o  ilicitud,  a amar al  prójimo y a respetar y proteger la  naturaleza,  la vida y todo cuanto constituye  y anima la Gran Arquitectura Universal, porque masonería  es construcción, es  edificación, es actividad que  no puede realizarse sin  que  medie el trabajo personal y el óptimo empleo y cultivo de  la inteligencia.

Obediencia, Orden, Augusta Institución, Fraternidad, Hermandad, como se quiera denominar, la masonería es una organización que  difícilmente encaja en las descripciones de  las  estructuras institucionales comunes que se emplean para definir a organizaciones gubernamentales y no  gubernamentales, cualquiera que sea su naturaleza, objetivo o razón social. Civilmente, es una persona  jurídica de derecho  privado sin  ánimo de lucro; pero,  nadie que  conozca o  valore la  masonería la  equiparará o rotulará a secas como una de  aquellas y mucho menos atentará contra ella para modificarla o adecuarla a tales objetivos, para hacerla moderna o contemporánea. Su autoridad y su poder no están instituidos para invadir, subvertir o colonizar la autoridad civil o el poder del estado ni el de las confesiones religiosas expandiendo sus postulados.

Uno de sus principales valores es su antigüedad, acentuada en el seguimiento consciente de los primitivos lineamientos y linderos. Hace unos días alguien en un programa radial ponderaba el valor de la antigüedad de la Orden de Malta preguntando ¿Qué tanto interés despertaría el llamado a pertenecer a una organización sustituta que se llamara Nueva Orden de Malta, ataviada e instituida como ONG contemporánea? El ejemplo cabe con creces referido a la masonería. Pero más que  su antigüedad de  edad, es el  tesoro histórico de  su legado, su valor  como patrimonio oculto e intangible de  la humanidad, la veneración que  causan sus postulados en  pos de  la verdad, la virtud  y la ciencia, las alegorías con  las  que  transmite la  luz  del  saber, las  formas como se protege y el celo  con  que  se mantiene siempre discreta y siempre en  actividad. Por ello, cuando se habla de la autoridad del Gran Maestre o Maestro se está en presencia de algo que está más allá del   simple entendimiento de mandar y acatar la orden. Tampoco cuando el término  empleado es Obediencia Masónica porque no hay un gran jefe  militar dirigiendo una Compañía, aunque proceda por significado de las legendarias Órdenes del medioevo, sino por  el convencimiento en  la bondad de  la causa, la buena fe del hermano y la confianza recíproca que  rige  la relación entre masones  e  Institución, afectada  profundamente por  el  amor fraternal entre sí  y la  perseverancia en  el bien.

El venerable Maestro de la Logia ocupa, simbólicamente hablando, la silla  del  Rey  Salomón y lo representa en la actuación como gobernante sabio, prudente y justo, interesado en  construir un gran templo moral para la humanidad; haciendo honor a un  hombre que  se limitó a pedir sabiduría para conducirse como rey y logró  paz  y prosperidad para su pueblo, con el que logró materializar la  construcción de ese gran templo deseado por sus antepasados para proteger lo  más sagrado de  sus valores, auxiliado por  el rey de Tiro, tradicionalmente hostil, quien con  el envío del maestro Hiram Abif le procuró el conocimiento, la fortaleza y la belleza para erigir tal  obra. Hay en todo esto una razón de peso para que al Venerable no solo se le llame masónicamente así sino para que se le reconozca como Maestro digno de ser obedecido, respetado y admirado dentro y fuera de la  Logia. Se trata de un hermano que por su propio esfuerzo ha llegado a dominar sus pasiones, comprender a sus semejantes, entender el sentido de la vida y las leyes básicas que orientan los movimientos del universo, mejorándose por sí mismo a través de la masonería. Un hermano confiable y amable, que sabe qué hacer frente al hipócrita, al ambicioso, al ignorante.

Y en este escenario de trabajo, conocimiento y virtud, qué no decir de la autoridad que  resplandece en la figura  del Gran Maestro, selecto entre selectos, muy venerable entre venerables, Muy Respetable o Serenísimo Gran Maestro, personaje casi  mítico  a quien  la tradición le atribuye el poder de  garantizar la preservación y fortalecimiento de  la Orden  y,  en el extremado caso en  que  dejaran de  existir  las  Logias, el poder de  hacerlas renacer o de refundar la masonería sin más recurso que  su  propia palabra.
La historia registra asesinatos, persecuciones y complots contra Grandes Maestros; campañas de aniquilamiento moral y genocida contra los  masones y contra la  masonería, agenciados desde su propio seno inclusive; pero,  numerosa  o  diezmada, en  el avance o en  la deserción, la Orden, en  su simbolismo, continúa incesante en  algún recóndito lugar de  ser humano, aleteando sobre el  océano de  la razón, esculcando en  la verdad el más alentador de  los  motivos para cimentar y compartir, de  mejor manera y como hermanos, el fugaz  paso por  la vida en  este universo maravilloso.
Ivo Pino Ramos

Fuente: Basado en la Revista Reflexión - Gran Logia de Colombia - 2009

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